“A ESTE NO SE LE PEGA”
Publicado el 4 de Julio, 2008, 13:30.
en Derivadas Humanas.
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El
otro día en un parque vi a una madre, llamémosla Mari, hablando tranquilamente
con su amiga, pongamos Pepa. Del brazo de Mari había un niño tirando sin parar
e intentando atraer su atención, pero Mari estaba demasiado a gusto hablando
con Pepa como para parar dos segundos y preocuparse del niño, al que llamaré
Juan. Él seguía tirando del brazo de su madre y ella no paraba de hablar,
entonces la pequeña paciencia de Juan debió de llegar a su límite y decidió
darle una patada a Mari en toda la espinilla (donde duele). Yo
esperaba que en cualquier momento se oyera el azote que, quien más o quien
menos, ha recibido siendo niño, pero para mi sorpresa, Mari se giró hacia Juan
y únicamente le dijo: “Oye, a mamá no se le pega” y siguió hablando tan
tranquila con su amiga Pepa. El
niño miró a su madre, luego miró a la amiga, volvió a mirar a su madre y acabó
arreándole una patada, también en la espinilla, a Pepa. “Esta vez sí que se
lleva el azote”, pensé. Pero su madre volvió a girarse y con la misma calma que
antes, aunque con mayor indiferencia (quizá porque esta vez el golpe no se lo
había llevado ella) le dijo: “a ella tampoco se le pega” y continuó con su
animada charla ante la mirada de entre asombro y mosqueo de su querida amiga
Pepa. El
niño las miró a las dos varias veces antes de que su atención se centrase en
otro niño, al que llamaré Pedro, que sentado en el suelo y completamente ajeno
a su entorno jugaba con un camión. No sé qué pasaría por la cabeza de Juan en
aquel momento, pero lo cierto es que su curiosidad se centró en Pedro, o en el
camión, así que para allá que se fue. Se
detuvo a tan sólo un paso de él y le observó durante unos segundos, luego se
agachó y, en esa postura que sólo los niños son capaces de mantener
indefinidamente sin sufrir las consecuencias, continuó observándole. Pedro
seguía jugando con su camión y de vez en cuando echaba una mirada de pocos
amigos hacia Juan, que lejos de acobardarse decidió alargar la mano para tocar
el camión. En ese momento Pedro le soltó un: “no lo toques, es mío”, ante lo
cual Juan reaccionó soltándole un sonoro bofetón en plena cara. La
madre, Mari, no sé cómo porque la conversación la tenía completamente absorta,
lo vio, así que se acercó a los niños y con su ya conocida calma soltó su
famosa frase: “a este niño tampoco se le pega”, antes de regresar a su
interminable charla, casi convertida en monólogo, ante la ya de todos los
colores amiga Pepa. Juan
entonces fue acercándose lentamente hacia otro niño, que estaba demasiado cerca
de mí, así que decidí marcharme de allí antes de pasar a engrosar las filas de
“a este tampoco se le pega”, por lo que no sé si Mari acabó llevándose a ese
pequeño boxeador a casa antes de que todos los que estaban en el parque se
convirtieran en sus víctimas. Reconozco
que enseñarle a un niño que a las personas no se les pega mientras él recibe un
azote por haberlo hecho puede parecer un poco hipócrita, pero creo que, a
veces, un azote a tiempo evita futuros problemas más graves. Mari, por lo
visto, no debe de opinar igual y me pregunto qué tipo de educación recibiría
ella. A
lo mejor ya no se acuerda de que todos, de pequeños, necesitamos que nuestros
padres nos dediquen un poco de atención, al fin y al cabo si estamos en este
mundo es porque ellos lo han querido. Pero hoy en día muchos padres están
demasiado ocupados para eso, durante la semana por el trabajo y los fines de
semana, buscando excusas absurdas para huir de ellos, así que lo más sencillo
es enchufarlos a los videojuegos o a la televisión y si lo anterior falla,
hacer una lista de todos los familiares y conocidos a los que se puede ir a visitar para que
carguen con ellos, porque, al final, para librarse de los hijos hasta el
primero que pasa por la calle es una buena opción. Y los familiares y amigos a
aguantar mientras se preguntan si los nombres de las personas que figuran en
esa lista son los de aquellos que les caen bien o mal. En
fin, espero que al menos Juan tenga buena memoria y sea capaz de recordar las
caras de todas aquellas personas de las que su madre dijo “a este no se le
pega”, los demás, vamos listos. Con esa esperanza en la retentiva de Juan, creo
que algún día de estos volveré al parque porque prefiero convertirme en su
víctima ahora que todavía es pequeño y una patada en la espinilla duele poco. entiyei
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