Nuestros 'neocons'
Publicado el 30 de Marzo, 2007, 13:41.
en Derivadas Humanas.
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![]() Me sorprendió el anuncio de que el ex presidente José María Aznar presentaba un libro titulado ¿Qué piensan los neoconservadores españoles? Y me sorprendió no por que piense que no existe tal género de pensador en España, sino porque gracias a la noticia descubrí que tal género de pensadores estaban básicamente agrupados en un autotitulado think tank, de nombre Grupo de Estudios Estratégicos (Gees), nada más y nada menos que desde 1986. Curiosamente,
acababa de leer el trabajo de Francis Fukuyama De dónde vienen los
neoconservadores, y pensé que no estaría mal comprobar si las tesis del
conocido profesor de la Johns Hopkins University encajaban en nuestro
particular grupo de neocons. Sin haber podido leer aún el libro
publicado por Ciudadela en el que se recogen textos publicados por Gees
desde 1986, sí he podido tener acceso a los textos de la presentación
del mismo. Y con
ello me he hecho una idea de qué va la cosa.
Fukuyama
trata de seguir el rastro del pensamiento neocon desde los primeros
textos de Irving Kristol hasta la irrupción de los Rumsfeld, Wolfowitz,
Feith, Perle, Bolton y Zalmay Khalilzad en las primeras posiciones del
nuevo Gobierno de George W. Bush el año 2000. Al mismo tiempo, trata de
demostrar que su irrupción no fue casual o conspirativa, sino que
responde a movimientos más de fondo y con raíces profundas en las
distintas tradiciones de pensamiento en Estados Unidos. En una línea
parecida a la que desveló Mark Lilla en la revista The New Yorker en
2004, Fukuyama menciona a Leo Strauss como una pieza fundamental, pero
no conectada directamente con la resultante final neocon, de esa deriva
ideológica. Destaca así el repudio de Strauss al relativismo
contemporáneo, y su defensa de los valores cristiano-occidentales como
valores superiores. Pero su visión era más filosófica que
política.
Fueron otros los que convirtieron a Estados Unidos en la encarnación
apoteósica de esos valores, alimentando así el nacionalismo
estadounidense. Pero uno de los elementos del pensamiento straussiano,
la capacidad de la política de cambiar los regímenes y de acelerar los
procesos de cambio, ha tenido influencias significativas posteriores.
Mejor, decían, cambiar las cosas con rapidez y autoridad, a esperar que
cambien por evolución interna o
incentivos
exteriores. Cambiar el régimen implica acabar con el Mal, y acelerar la
transición hacia los valores verdaderos de la democracia y la libertad.
La
vulgata neocon fue obra de Irving Kristol, y posteriormente fue
popularizada por su hijo William y por el conocido Robert Kagan en los
foros The Weekly Standard, The National Interest, Commentary, entre
otros. Y en sus manos se concretaron enemigos de América y, por tanto,
de la civilización occidental, y se enfriaron las relaciones con
Europa, vista como un continente amedrentado y afeminado (recordemos el
símil Marte-Venus de Kagan en plena fase prebélica en 2003). Atacaron
el realismo a lo Kissinger como obsoleto tras la caida del muro en
1989, acogieron con entusiasmo la "remoralización" de Ronald Reagan, y
propiciaron esa especie de "bolchevismo" agresivo contra "las
manifestaciones más extremas del Mal humano" (W. Kristol-R. Kagan,
Foreign affairs, 1996). Era necesario democratizar el mundo a la
americana, quisieran o no. Fukuyama concluye con una síntesis en cuatro
principios: la convicción de que las características internas de los
regímenes es importante y que la política exterior tiene que estar
influida por los valores propios de Occidente; la convicción de que la
fuerza de Estados Unidos debe ser usada proactivamente para finalidades
morales; una desconfianza total en los procesos de transformación
social como enemigos de la libertad, y un gran escepticismo ante la
capacidad de los organismos internacionales y
multilaterales para imponer seguridad y justicia en el mundo.
Nuestros
neocons resultan igual de fundamentalistas, pero mucho menos
interesantes. No tenemos un Leo Strauss a quien referirnos. Y con todo
el respeto que merecen, no me parece que los especialistas del Gees
brillen con luz propia en el panorama intelectual del país ni que su
labor implique, por ahora, saltos intelectuales significativos en la
tradición neocon. En la presentación del libro mencionado, se
enfatizaron cosas como "la pervivencia de nuestros sistemas
democráticos depende de nuestra capacidad para expandir la libertad en
el mundo"; "creemos en la superioridad de los valores ... que han
fundado nuestra civilización occidental"; "la amenaza [terrorista]
requiere una respuesta contundente por parte de Occidente"; "[frente]
al relativismo moral y la pérdida de los valores esenciales ...
[necesitamos] una alianza global del conjunto de países libres", y para
terminar, "la libertad se encuentra hoy especialmente amenazada en
España como consecuencia de un Gobierno débil y radical que se
arrodilla ante el chantaje del terror". Frente a ello, "ha llegado el
momento de dar y ganar la batalla de las ideas a una izquierda
melancólica que sólo sabe mirar al pasado y arrebatarle las banderas de
la libertad, del progreso y de la modernidad que en algún momento nos
dejamos robar por una fatal mezcla de cobardia intelectual y atonía
moral". Después de este paso al frente, Aznar puso la guinda afirmando
que él no es neocon ya que "no había sido nunca trotskista o maoísta",
pero que convenía seguir los pasos de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II
para defender la libertad. Afirmó: "Es esencial revivir Occidente ...
como idea de la persona y de la libertad ... en una Europa que ha
dejado de creer en sí misma". Pero eso no podemos hacerlo solos,
necesitamos "el vínculo atlántico, el compromiso leal y firme de las
dos orillas del Atlántico". En fin, no nos puede sorprender a cuatro
años del desastre al que nos han llevado esas ideas en sitios como
Irak, que Aznar no sólo no pida disculpas por meternos en ese fregado
(argumentando entonces la existencia de armas de destrucción masiva
inexistentes), sino que de manera chulesca se reafirme en unas
convicciones que son algo más que meras incontinencias verbales.
Por
suerte, ni España es Estados Unidos en su capacidad para convertir en
realidad letal sus bravuconerías, ni nuestros neocons tienen la misma
base intelectual que sus congéneres atlánticos. No obstante, la
aparición de Nicolas Sarkozy en Francia con ideas muy próximas, y la
notable influencia de esas líneas de pensamiento en el principal
partido de la oposición en España, nos deberían seguir preocupando. Sus
errores los pagamos todos muy caros.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB. |