Lumumba: La Leyenda
Publicado el 20 de Abril, 2006, 3:26.
en Relatos variados.
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El día a día Pero
Lumumba no se desesperó durante mucho rato, en su introspectiva de tres al
cuarto, las preocupaciones y sobre todo las sentimentales, no tenían lo que se
puede decir mucha cabida. Aunque le quedó cierto regustillo amargo en el
paladar y como sonó la sirena de vuelta al trabajo y dicho menester era el que
era pues las penas de amor fueron menos con el desempeño de sus labores. Eso
sí, aquel día cumplió como un jabato que quisiéramos que no el frenesí sexual
no eran tan fácil de soslayar como el del enamoramiento. Y en
esos menesteres y otros similares pasó un tiempo prudencial no falto de
percances, la mayoría grotesco. Pero la carrera porno de Lumunba empezó a tomar
un cariz oscurito cuando varias de las actrices con las que trabajó comenzaron
a presentar demandas de paternidad. La productora estaba bastante perpleja, la
verdad es que en alguna ocasión había sucedido que en el fragor de la filmación
se había escapado alguna cosilla, pero todo se había arreglado con la actuación
un médico. Tampoco
sirvió de mucho que le explicaran a Lumumba, demasiado tarde, que el sexo en
aquel tipo de filmografía no era sexo de verdad. Que en el cine todo era
ilusión. Lumumba tenía ciertas ideas preconcebidas sobre las relaciones
amatorias y no se apeó de la borrica, por lo que la productora tuvo que
advertir a las actrices de reparto que ellos no se hacían responsables de los
“frutos” del trabajo todo ello en Arial tamaño 4 al pie de los
contratos. Pero lo que tenían entre manos ya no tenía remedio y optaron por
montar una guardería en el estudio y crear una beca de estudios para los
daños colaterales de Lumumba. La verdad es que los beneficios de la
productora eran pingues al tiempo que les sirvió para desgravarse de Hacienda.
Y es que los gastos en atrezzo de sus películas tampoco es que les evitara
mucho de pagar al fisco. Aunque
hemos de ser sinceros y ajustarnos a la realidad porque Lumumba era lo que era
pero como padre fue una excelencia. Muchos años después cuando en una ceremonia
en honor a su progenitor se juntaron todos e intercambiaron vivencias
comprobaron que aunque el genoma de imbecilidad era predominante en aquella
rama de la familia también lo era el de la exuberancia sexual y el carisma ante
la cámara. Vamos que Lumumba dejó para la eternidad una buena cantera de
actores del género lo que evitó por muchos años que la serie X acabara por
desaparecer por falta de especimenes aptos. Todo
eso además de dejar una herencia que mantuvo durante varias generaciones
el alto poder adquisitivo de todos ellos. Y tontos eran, pero como su
padre, el concepto de la herencia era sagrado. Aunque tan solo uno de los
descendientes tomó otro camino en la vida y acabó, como no era menos en la
dinastía Lumumba, rigiendo el destino de todos los americanos durante una buena
época, pero eso es otra historia. Pero
volvamos al momento en el que se destapó el “banco de semen” de Lumumba. Hubo
una reunión a alto nivel entre los productores, entre los que se encontraba
aquella Ejecutiva que ejercía de madre adoptiva del “Negrito Zumbón. Tras
varias horas de cierta tensión, al final se llegó a la conclusión de que se
podía sacar buen provecho de todo aquello. Puesto que todos tenían oscuros
negocios: de tráfico de armas, de droga y trata de blancas. Y sin saberlo
tenían una excusa perfecta para lavar todo el dinero, creando una fundación de
niños de madres solteras llamado “Nana” (aunque en ambientes de las otras
productoras se le llamaba la casa de los Hijos de Puta, más por motivos
de envidia que por otro motivo profesional) A través de esta Fundación
lograron sostener sin ningún problema las necesidades de las madres-actrices, y
tener beneficios que se reinvertían de nuevo en el negocio de la productora.
Todo esto nadie lo sabía, excepto la productora llamada “Bajos Satisfechos”.
Naturalmente tuvieron una reunión con Lumumba para hacerle constar las reglas
del negocio, y que era obligatorio poner todos los medios necesarios para evitar
ese tipo de situaciones un tanto desagradables. Nuestro Negrito lo intentó,
pero ni había material que tapara semejante “armamento” ni tan siquiera se
sentía cómodo. Así que, hubo una reunión con todas las chicas y se les expuso
las cosas claramente, quien hiciese películas con él, tendría un plus de
peligrosidad (naturalmente Lumumba tendría unos controles rigurosos cada cierto
tiempo) pero merecía la pena por los excelentes rendimientos económicos que
daba su fisiología para todos. Y las chicas estaban como locas por mantener
sexo con él, jamás habían visto un miembro de 35 cms. en estado erecto y 8 cms.
de grosor. Apenas ninguna lograba introducirse todo ese armamento en su cuerpo,
tan sólo dos personas lograron “tragárselo” todo, una fue la reina de la tribu,
origen de su status actual. Y Minerva, una afro americana preciosa con un
cuerpo escultural, y que no era sólo capaz de recibir en su cuerpo
semejante “aparato”, si no que estaba total e irremediablemente enamorada de
este cabeza loca, cuyo sentido de la vida era de lo más lúdico y primario. Poco
a poco y curiosamente, fue conociendo y aprendiendo a entender la psicología de
las mujeres (si es que alguna vez se puede saber cómo es una mujer) El siempre
fue el preferido de todas ellas, y era tratado como el hermano-niño que hay que
cuidar con mimo, pero también era el “salvaje” que las hacía gozar como ningún
hombre podría hacerlo, haciéndolo de la forma más natural y sin ningún tipo de
pretensión, sólo por pasárselo bien. Y encima les pagaban. La
casa de Lumumba era una prolongación de su trabajo, y aunque era utilizada como
el “Santuario del descanso del guerrero”, muchas veces llevaba “trabajo para
casa” y allí empalmaba la noche con el día entre caricias y delicias de cuerpos
ardientes y sedientos de algo más que de sexo. Su casa era su refugio más
íntimo, se sentía muy seguro, rodeado de aquella decoración que verdaderamente
le decía algo, elementos tribales definían perfectamente a Lumumba. Realmente
era como una choza de su antiguo poblado que evocaba a la lejana y a la
vez cercana África. Entrar en su casa era como sentirse en casa de tu
familia. Esos olores tan intensos, los colores tan fuertes. Esa sensación de
atracción mitad familiar, mitad sexual, era muy bien aprovechado por Lumumba,
para dar continuación a su esencia brutal de pasión. Todo iba bien, hasta que un día, el chofer al llevarlo de
nuevo a casa se desvió ligeramente de su camino, callejeando lo llevó hasta el
barrio chino de la ciudad, allí cruzando calles en apariencia iguales, fue
llevado a cierta velocidad hasta una tienda pequeña de animales. Allí paró y
fue sacado con cierta violencia del coche e introducido en la tienda. Tras un
breve saludo con el dueño de la tienda, el conductor y Lumumba se fueron
perdiendo por un pasillo angosto y un tanto lúgubre, bajando por unas escaleras
accedieron a una especie de santuario. Un olor a madera y a incienso se hacía
presente en aquel lugar, unas doscientas personas se encontraban allí. Iban
vestidos con trajes muy provocadores, por las formas eran hombres y mujeres. En
el Altar dos símbolos entrelazados de madera de unos La
ceremonia llegaba a su cenit, supuestamente Lumumba debía de perpetrar en el
cuerpo de la virgen el rito de la ruptura del himen al tiempo que la comparsa
gritaba extasiada fomentando la brutalidad que requería la ceremonia demoníaca.
Y aunque Lumumba no entendía muy bien tanta algarabía, al fin y al cabo era lo
mismo que hacía a diario, se tumbó sobre la muchacha. La criatura gemía
desconsolada y el hacedor de hijos putativos comenzó a sentir remordimientos. No
sabía cómo salir de aquel marronazo, por un lado no le parecía bien aquella
situación pero un polvo intempestivo nunca era para despreciarlo. Y tomó el
camino de en medio, simuló un tirón muscular y salió corriendo arrastrando una
de sus piernas gimiendo de dolor. El auditorio se quedó anonadado, con lo bien
que iba la cosa. Según
iba abandonando la sala de latrocinios sexuales agarró al chofer de la solapa
de su flamante americana al tiempo que le arreaba cogotazos sin ningún
miramiento. Cuanto más se revolvía el chofer más fuerte arreaba Lumumba
hasta que finalmente el conductor optó por no revolverse más y aceptar no sin
cierta pena el marcharse con su pasajero por lo que pudiera pasar. Pasados los
primeros momentos de estupefacción de los asistentes al ritual estos salieron
corriendo detrás de ellos gritando desaforadamente y armados con todo lo que
iban pillando a su paso, hubo incluso alguno que en su éxtasis vengador arrancó
el falo de uno de los ídolos que ornamentaban la sala y corría esgrimiendo
tamaña arma. Y tal era el ímpetu de este portador de penes sagrados que no se
percató, en absoluto, que habiendo abandonado el recinto terminó corriendo en
pelota picada por una de las calles más transitadas del mentado barrio chino.
Sólo se detuvo cuando una fornida y oronda matriarca cubana, con sus poderosos
brazos en jarras, se parapetó delante de él. Ya
fuera porque la cubana era fornida de más o porque la carreta en bolas del
portador de falos le había dejado extenuado este se detuvo retador delante de
la buena mujer. El hombrecito, que tampoco tenía una complexión física muy
acusada, se acojonó pero como genio y figura hasta la sepultura era una de las
premisas de la logia agarró con fuerza el falo redentor y se lo colocó donde
supuestamente debía de estar el natural y comenzó a realizar gestos
obscenos a la cubana garbosa |