28 de Febrero, 2006
Lumumba: La leyenda
Publicado el 28 de Febrero, 2006, 3:29.
en Relatos variados.
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Momentos especiales Pero
a nuestro Lumumba también le acontecieron otros hechos que sin su intervención
se tornaron muy surrealistas. Lumumba tenía un padre, desnaturalizado pero a
las cuentas padre. Como ya dijimos la madre murió de parto al nacer la criatura
y poco después el padre le dejó en manos del brujo para que se ocupara de él.
El Señor Padre como le llamaba Lumumba y en contra del consejo de toda la tribu
y de las costumbres nunca volvió a tomar esposa; él decía que se debía a que el
amor tan enorme que profesaba a la difunta le impedía volver amar a mujer
alguna como esta se merecía, aunque en confidencia os contaré que la verdad
indiscutible de la viudedaz empedernida del hombre era que temía volver a
engendrar otro Lumumba. No es que el hombre no
tuviera sus escarceos amorosos con las mozas tribales de moral más distraída en
“un aquí te pillo, aquí te mato” detrás de cualquier matojo. Y no es que alguna
de estas mozas no engendrara más de un crío con rasgos ligeramente parecidos a
Lumumba pero esos hijos ya no eran problema del padre desnaturalizado. Y es que
Lumumba le recordaba tanto a un abuelo suyo, hemos de decir que fue el causante
de la casi extinción de la tribu, que cuando fornicaba y por cualquiera que
fuese la causa le venía a la memoria su legado para la humanidad la cosa decaía al instante y tampoco era
cuestión de rebajar el pabellón sexual de la familia. Y estando entre estos
menesteres y otros parecidos llegó al poblado de al lado una remesa nueva de
alegres chicas de virtud condescendiente; claro está que aquello causó ciertos
desarreglos hormonales en todos los hombres de la tribu de Lumumba y circundantes; y durante una temporada todos los hombre de
la tribu, en edad reproductora y los otros que se ayudaban para cumplir como
hombres de los mejunjes de los brujos, fomentaron el intercambio intercultural. Pero como todo en esta vida
cansa y debido, también, a que las legítimas comenzaron una huelga a la
japonesa en los que se refería a cualquier tipo de relación marital con sus
respectivos la cosa del intercambio intercultural decreció notablemente. Lo
cual no es óbice para que algunos, libres de ligaduras maritales, continuaran
visitando el lupanar aborigen. Desde luego las citadas
mozas no ofrecían sus favores sin más. De alguna manera debían de amortizar los
años empleados en el estudio del romántico y lucrativo arte amatorio, que ellas
llamaban licenciatura de Relaciones Públicas en el ámbito rural, y por cada
favor más o menos estudiado recibían en compensación un emonumento que
generalmente consistía en media docena de gallinas ponedoras por el alquiler
del local y un ternero temprano por la
asistencia especializada. Incluso, y es que no las podemos negar la
inteligencia administrativa, crearon una tarifa plana que permitía varias
visitas para recibir asesoramiento por un pago único y mensual de 40 gallinas
ponedoras y dos vacas en edad reproductora. Y no debemos engañarnos, el
padre de Lumumba no era para nada un
potentado, más bien tenía la suerte de conservar unos ahorrillos de su época de
guía de excursionistas blancos. Unos ahorros que había ido invirtiendo en vacas
y gallinas consiguiendo, de esa manera, tener una buena cantidad de cabezas
vacunas y aviares. Lo que se dice para
tener una vejez relajada. Pero señores, la edad no perdona; y el padre de
Lumumba pedió, después de un accidente con una botella de coca cola arrojada
sin miramientos desde un boeing 727 conjugado con la pila de años que acaparaba
el hombre; perdió, decíamos, el buen funcionamiento de los enlaces neuronales y
en una de sus visitas al lugar de desfogue sexual y teniendo que pagar por los servicios
requeridos, que no eran muchos ya que las cosas no eran como 30 años atrás ni
funcionaban como entonces, no se le ocurrió otra cosa que proveer a la moza de
la llave del corral para que ella misma se cobrara. Y ya fuera que la moza
andara más necesitada de lo habitual o que la vista de la llave la provocara
unas ansias ilimitadas de gallinas y terneros al irse a cobrar los servicios
donde debía de poner 4 escribió 400. Lumumba acostumbraba a
visitar con frecuencia el legado familiar, por eso de recrearse el los bienes que
le estarían por venir al ser el único descendiente reconocido y legal; y cuando
descubrió que tal legado había, poco menos, que desaparecido increpó a su
progenitor. Y es que Lumumba podía ser medio gilipollas pero en cuestión de cuartos no se le escapaba una. El padre, que
nunca sabremos si alguna vez se dio cuenta de la faena que le habían hecho
hasta el momento en que su hijo le recriminó
o que la vergüenza le impidió reclamar, intentó defenderse como lo hace
todo el que es pillado en una falta muy gorda, es decir atacando. Y de sopetón se encontró
Lumumba sin herencia y encima acusado de abandonar a su anciano padre cuando
todos sabemos que fue al revés. Aquel día debía ser que había alguna conjunción
estelar rara, de esas que se dan cada cien mil años, que Lumumba tubo una buena
idea. Si su padre negaba la mayor, que no había tenido ningún intercambio
intertribal, y que como aseguraba la
herencia había desaparecido por una apropiación indebida de la llave del corral
Lumumba obligó a su padre a presentar denuncia en la gran asamblea de jefes
tribales de la región. La verdad es que la escena
resultaba más que estrambótica a ojos ajenos a la situación; el padre sentado
en una piedra mientras contaba al encargado de recibir las quejas una historia
rara sobre engaños y sitios oscuros donde no se venía el uso que hacían de
llave del corral mientras Lumumba, en pie detrás, con los brazos cruzados sobre
el pecho daba patadas a los cantos de la
explanada preso de la ira. Y es que el hecho de que Lumumba tan solo contara,
por aquel entonces, quince años con el tipo propio de adolescente de esa edad
en el papel de preceptor haciendo comentarios al margen, y entre dientes, cada
vez que el encargado de recibir las quejas
intentaba recabar información del supuesto estafado provocó cuando las
voces se corrieron el cachondeo padre en toda la comarca. Desde luego Lumumba nunca
más volvió a saber de la herencia y el consejo de ancianos tampoco dio
resultado a la denuncia por lo difícil de demostrar que tenía el delito. Pero
el estigma familiar si que fue heredado y sin menoscabo de la potencia sexual
de Lumumba la cosa se agrandó considerablemente. (Macaco) |